Desconcierto [RELATO]
Miguel llegó apurado a la casa de Fátima en Surco. Ese día se presentaba 'Azar', la banda de Rock de uno de sus amigos, en un bar de Miraflores.
Su grupo de amistades, entre los cuales se encontraba uno que otro músico le habían oído comentar entusiasmado acerca de Fátima. Miguel pensó que sería la ocasión perfecta para que la conocieran. A diferencia de Fátima, él no tenía problemas en hacer pública su relación, es más, esperaba hacerlo ya, aunque ella por prudencia le había pedido, guardar discreción.
El grupo de chicos que lo esperaban en el local eran con lo que a veces Miguel se distraía haciendo música. La música era una pasión paralela que lo acompañaba hacía años y que le ayudaba a canalizar su energía y tiempo libre. Si bien no había tenido trascendencia con las bandas que había formado, no perdía la ilusión de hacerlo algún día, y tocar en lugares como el bar donde iba a presentarse su amigo.
El mes que llevaba con Fátima había tenido altibajos, ella se había estado sintiendo triste y a veces desconsolada. Miguel sentía que debía hacer algo para superar esos bajones que por momentos agobiaban la prematura relación. Lamentablemente las palabras que Miguel empleaba no surtían el efecto que Fátima requería. Su inocente retórica era aplastada con los racionales y prácticos argumentos de ella. A veces Miguel optaba por guardar silencio, ciertamente, no sabía lo que era romper después de seis años y tan solo sabía que Fátima necesita de su apoyo.
Tocó el timbre de la casa y la empleada lo hizo pasar. Miguel esperó en el salón mientras recorría con la mirada las fotos que estaban colocadas en los muebles junto a la lampara. Una de las fotos era un parque de diversiones, se podía distinguir claramente que era en el extranjero. En la foto aparecía Fátima de adolescente felizmente abrazada a sus dos hermanos menores y acompañda también por dos grandes muñecos de goma-espuma, era Disneyworld.
-Miguel, sorry...justo me llamaron por teléfono- dijo Fatima mientras lo saludaba con un beso.
-Ah está bien...¿ya estás lista? - preguntó Miguel, ignorando las ganas de preguntar quién le había telefoneado
Fátima tenía esa mirada de naturalidad que pocas veces abandonaba para entregarse a la fragilidad. Se sentó su lado y comenzó a hablarle. Empezó contándole del estado anímico que había experimentado en las ultimas semanas y del poco tiempo que habían tenido para verse después del trabajo. Luego comenzó a resaltar las virtudes que había ido encontrando en él y también empezó a decirle decirle lo mucho que lo apreciaba...
Fátima siguió hablando, pero para ese instante, Miguel ya no la oía. Él conocía perfectamente ese tipo de charlas. Conocía todas esas excusas que anteriormente él también había usado con otras chicas y sabía muy bien a lo que conducía ese extenuante diálogo: Fátima estaba terminando con él.
Miguel no la detuvo. Dentro de sí comenzó a sentir coraje. Pensó que tenía derecho a sentirlo, después de todo, a él le había tocado ser una víctima de las dudas de Fátima, e incluso de las amenazas de Francisco su ex novio. Poco a poco, el silencio se hizo cargo de la situación. Miguel miró los ojos color café de Fátima y le dijo:
-Tengo un concierto. Mis amigos me esperan... bueno, en realidad nos esperaban a los dos.
-No tengo cabeza para conciertos de rock- contestó Fátima.
-Esta bien, tengo que marcharme- dijo Miguel, con ojos de tristeza.
Fátima le pidió que se quede, pero Miguel no deseaba hacerlo. Ella había terminando con él a días de cumplir un mes, y ahora él era quien no tenía cabeza para más cosas, su cabeza ya estaba llena de mil ideas: el ex, el desamor, Fátima y su inseguridad de quererlo. Se marchó tomando un taxi rumbo a Miraflores.
La semanas siguientes fueron testigos de algunos tibios intercambios de miradas en la oficina y saludos fríos en los corredores. Nadie en el trabajo estaba enterado de la corta relación que habían sostenido los dos, así que, a ambos no les fue difícil disimular. Para Miguel la cosas tenían un aura de telenovela. La mujer que estaba a dos oficinas de la suya y que ahora lo estaba saludando como una compañera más, había sido su enamorada hace unos días y nadie lo sabía. -Si que es extraño- pensó.
Extraño también fue lo que vieron sus amigos músicos, el día del concierto, al verlo llegar al bar sin la chica que tanto les había hablado, y más extraño verlo abrir una cajetilla de cigarrillos cuando él pocas veces fumaba. Su mundo no podía empezar a ser más extraño.
2 comentarios:
Muy bueno, sobre todo por esa resignación de culpa del que algún momento comenté en mi blog. Todos casi siempre la pasamos.
Buena historia, mas común de lo que algunos piensan... dudas, inseguridades, un pasado que a veces... insiste en no dejarnos.
Saluditos :)
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